Realismo mágico (versión estadounidense)

En estos momentos vivo en el Rust Belt. En Indiana, cerca de Prophetstown, la capital histórica de la federación de pueblos indígenas que se conoce como «La federación de Tecumseh». Esta federación fue formada principalmente por tribus Miami que habitaban el actual estado de Indiana, por grupos algonquinos del norte, como los Potawatomi, y por los algonquinos desplazados desde el este, como los Shawnee y los Lenape. Hacia 1812, cuando esta confederación se enfrentó a los jóvenes Estados Unidos, sus principales líderes eran Tecumseh y su hermano Tenskwatawa, conocido como «El profeta». La Confederación de indígenas norteamericanos fue el primer intento de reorganizar políticamente a las tribus desplazadas desde el este, y planteó algunas novedades desde el punto de vista de su concepción económica y política. Tenskwatawa promovió que las tribus desplazadas desde la costa atlántica y las que tradicionalmente vivían en el Medio Oeste se unieran acogiéndose a un régimen colectivo de posesión de la tierra, que implicaba que todas las tribus hicieran un uso común de los territorios habitados. Esto iba en contra de la relación tradicional que los pueblos originarios de Norteamérica tenían con sus territorios, que solían ser objeto de disputa entre los grupos tribales.

La derrota de la federación de Tecumseh tuvo lugar en noviembre de 1811, cuando éste viajaba hacia el sudoeste tratando de incorporar otras tribus a la federación. En ese momento, Tenskwatawa, el profeta, estaba a cargo de la capital provisoria, en las afueras de la actual ciudad de Lafayette. El encargado militar del Territorio de Indiana, William Henry Harrison, decide marchar sobre Prophetstown con el fin de frustrar la naciente confederación y evitar así un potencial enfrentamiento con los Estados Unidos. Sitiado, Tenskwatawa decidió atacar primero en la madrugada del 6 de noviembre, en un enfrentamiento que pasó a la historia como la «Batalla de Tippecanoe». La derrota de la confederación indígena significó un nuevo desplazamiento hacia el oeste.

Lo siguiente lo recojo de uno de mis estudiantes en Purdue. Según la leyenda local, el Profeta habría arrojado una maldición sobre los Estados Unidos: si resultara elegido en un año divisible entre veinte, el presidente de este país moriría en ejercicio. La primera víctima de la maldición fue el mismo William Henry Harrison, elegido en 1840. Asumió al año siguiente y murió al poco tiempo por fiebre tifoidea.

La lista sigue más o menos así: Abraham Lincoln, elegido en 1860, sería asesinado en 1865. James Garfield, elegido en 1880, muere también asesinado al año siguiente. 1900 es elegido para un segundo término William McKinley, y muere asesinado. En 1920, Warren Harding es electo y muere tres años después, probablemente debido a un paro cardíaco. 1940 es la tercera reelección de Franklin Delano Roosvelt, y moriría ¡luego de su cuarta reelección! en 1945, por problemas de salud, a poco de terminada la Segunda Guerra Mundial. En 1960 resulta elegido John F. Kennedy, y esa historia sí que es conocida.

La maldición se quiebra a partir de 1980, cuando el presidente electo Ronald Reagan logra sobrevivir el intento de asesinato. Lo mismo ocurre con George W. Bush, elegido en 2000, sobre quien también hubo un intento de asesinato. En fin, parece que la maldición ha perdido fuerza con el paso del tiempo. Si Donald Trump se vuelve a postular en las próximas elecciones (2020) él sería el siguiente en la lista.

Retrato de Tenskwatawa, el Profeta.

Informe para Cristina Martínez Sacristán

Informe para la periodista española Cristina Martínez Sacristán, donde respondo a sus preguntas sobre cómo llegué a Nueva York, mi inserción en el ambiente literario y académico, y la actividad de librerías y circuitos de lectura hispanos en la ciudad.  El artículo de la periodista «Thinking’ en español.  Cuando Nueva York escribe castellano» apareció en la revista Qué Leer de diciembre de 2013.

Yo llegué a Nueva York en el año 2005, a raíz del contacto que tuve entonces con los profesores Lía Schwartz e Isaías Lerner de la City University de Nueva York. Yo por esa época vivía en Israel, estaba haciendo un máster en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En el año 2004 obtuve una beca para participar de un curso para jóvenes hispanistas que impartía la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo en Santander, que era dirigido por Lía Schwartz y por el profesor José María Pozuelo Yvancos. En ese curso, la profesora Schwartz y su esposo, el recientemente fallecido Isaías Lerner, me hablaron de la posibilidad de venir a estudiar a Nueva York, ya que al programa doctoral de la City University le interesaba incorporar estudiantes interesados en literatura latinoamericana. Como yo ya estaba terminando mi máster, y venía trabajando sobre literatura neobarroca en Argentina, la oferta me llegó en el momento preciso, así que hice los trámites para ingresar a la City University y para recibir ayuda financiera.

Como escritor, yo ya estaba activo desde bastante antes de llegar a Nueva York. En mi Uruguay natal yo ya había participado en tertulias literarias y publicado algún artículo académico, pero fue en el momento de mi mudanza de Jerusalén a Nueva York que yo estaba terminando mi primer libro de poesía, Aterrizaje de primeros semovientes. La mudanza atrasó un poco los planes de publicación, pero finalmente el libro se publicó en Montevideo en 2007. En Nueva York encontré una comunidad de hispanohablantes bastante receptiva a lo que yo estaba haciendo, y a través de la escritora argentina Mercedes Roffé, que fue una de las primeras personas del ambiente literario local que contacté en la ciudad empecé a conocer a otra gente del ambiente cultural hispano, tanto de Latinoamérica como de España. Ella y un amigo granadino, Ernesto Estrella, hicieron la presentación de mi libro en Nueva York. Más adelante, Mercedes, que estaba llevando adelante la editorial Pen Press, un proyecto de publicación de plaquettes de poesía en español, me publicó un pliego con el poema “La cachila blindada”. Yo presenté ese pliego en el Chapbook Festival que se hace anualmente en el Graduate Center de la City University. En esa época estaba experimentando con software para procesamiento de sonido en Linux, en especial loopers y vocoders, que utilizo para procesar mi voz en las performances. El festival, que se realiza anualmente, es una excelente muestra de las editoriales independientes de poesía en Nueva York, y con Mercedes Roffé nos planteamos que debía haber allí una mesa de libros en español, ya que todas las editoriales allí representadas publicaban en inglés. Para nosotros, dada la presencia hispana en la ciudad y la actividad literaria en español, era importante estar representados. A los organizadores del evento les pareció muy buena la idea, y cada año estamos ahí presentes, cada vez con más libros de poesía en español.

Para mí es muy importante que la actividad cultural hispana en general, y literaria en particular, gane espacios en la ciudad y se asegure visibilidad. Una de las cosas que creo que hay que impedir es que la actividad de los escritores en español se transforme en un gueto, que no se comunique con lo que ocurre en el mundo anglosajón, desde luego dominante por razones obvias, pero con el que creo que se puede entablar un diálogo desde ciertas comunidades de intereses. En cierto modo, mi trabajo con la electrónica en las performances ha sido un modo de hacer que la comunicación poética se diera a un nivel que trascendiera las barreras del idioma. De ese modo logré insertarme en circuitos de lectura locales, leyendo en español pero en clave de poesía sonora, jugando con los efectos de audio, proyectando a veces traducciones de mis textos, o simplemente trabajando a partir del concepto de uncreative writing de Kenneth Goldsmith, pero con una vuelta de tuerca: mientras el fundador de Ubu Web es capaz de leer apasionadamente el calco de un texto, yo he trabajado a partir de ciertas listas significativas, como la lista de ingredientes de la inyección letal que le suministraron a Troy Davis (y que se suministra en general, a todos los condenados a muerte en Estados Unidos) o el catálogo de medicamentos psiquiátricos en el mercado estadounidense, cuya lectura proceso en loops, distorsiono y descompongo. Mi práctica no está exenta de cierta tradición latinoamericana que de hecho tuvo su impacto en la cultura literaria de Nueva York, como es el caso del concretismo brasileño (de hecho el mismo Goldsmith empezó su proyecto Ubu Web en internet como un sitio dedicado a la poesía concreta, que después se abrió a otras expresiones). Asimismo puede mencionarse la labor pionera en el arte conceptual del uruguayo Luis Camnitzer, docente en la State University de Nueva York, todavía activo en la ciudad, o la participación a fines de los 70 de otro uruguayo, Clemente Padín, en los intercambios de arte-correo de Fluxus. Prácticas todas que han sido objeto de mi interés académico relativo a la poesía contemporánea latinoamericana, su uso de las tecnologías y sus redes de intercambio. Si bien la incidencia de estos artistas es apreciada y reconocida en el ámbito cultural neoyorquino actual, siento que sigue siendo dificultosa la integración de escritores hispanos a las actividades literarias de la ciudad. En lo que me es personal, no puedo decir que me sienta discriminado; yo tuve la suerte de integrarme, a través del ámbito universitario, a un grupo de gente interesada en el intercambio de saberes y prácticas poéticas en diversos idiomas, el Poetics Group, en el que estuve involucrado en la City University de Nueva York. A partir de esta participación activa de mi parte, fui invitado en diversas ocasiones a presentar mi trabajo ante un público no hispano, la última de ellas fue la serie de homenajes a Federico García Lorca en Nueva York (http://lorcanyc.com), que se puede escuchar en línea. Mi aporte fue una lectura bilingüe de la “Oda al Rey de Harlem”, donde superpuse el original en español a su traducción al inglés mediante el uso de software libre para manipular mi lectura con efectos sonoros.

Esto me lleva a otra de las preguntas que me hacés, que tiene que ver con la actividad de las librerías en español en la ciudad. Vos mencionás dos, McNally Jackson que está en el Soho, y Barco de papel, que queda en Queens. Hay más de hecho, algunas que han abierto recientemente, como La casa azul, en Harlem o WordUp Books, en Washington Heights. Yo llegué de hecho a la ciudad en un momento en que cerraron dos librerías emblemáticas en español en la calle 14, Macondo y Lectorum (que hoy es una página web). Otra digna de mención es Calíope, en Washington Heights, que todavía lucha por sobrevivir, y que existe desde la época en que estaban activas sus hermanas de la calle 14. Creo que buena parte de los cambios que han experimentado las librerías en español en estos últimos años ha tenido que ver con las formas en que han incorporado nuevas estrategias comerciales y de inserción comunitaria, que pasan sobre todo por la sabiduría en el manejo de la comunicación a través de internet: uso de redes sociales, listas de correo dedicadas, etc. que complementan la actividad social y cultural que éstas desarrollan. McNally Jackson es de hecho una librería largamente establecida en la ciudad, que abrió una sección en español a cargo de un librero uruguayo, Javier Molea, que ya tenía experiencia de trabajo en librerías montevideanas. En su gestión Javier supo abrir el espacio de la librería a la comunidad de escritores hispanos locales, y ha colaborado estrechamente con instituciones académicas en la ciudad, sobre todo el programa de escritura creativa de NYU y el programa doctoral en estudios hispánicos de la City University. Con la adquisición de una imprenta propia, McNally Jackson también empezó a hacer publicaciones en español, imprimiendo los libros a demanda. Casi todos los fines de semana hay una actividad relacionada al ámbito de la literatura hispana como lecturas, presentaciones de libros o debates en el local del Soho.

Barco de papel tiene una actividad estrechamente ligada a la comunidad hispana de Queens, y en particular al colectivo “Poetas en Nueva York”, que permanentemente está haciendo actividades en su local. Este grupo estaba compuesto en sus orígenes por algunos jóvenes escritores colombianos, pero ha ido creciendo con el tiempo, integrando gente de todas las nacionalidades hispanas, llevando adelante maratones culturales por toda la ciudad, al punto de que es actualmente uno de los grupos más activos y que nuclea más gente en el ámbito literario hispano de Nueva York.

WordUp y La casa azul son las más nuevas, ambas en el alto Manhattan. La estrategia de ambas ha pasado por apostar a una fuerte inserción comunitaria en barrios donde existe una gran cantidad de hispanohablantes. WordUp en particular ha recabado apoyos para sus campañas en internet de figuras conocidas en el ámbito anglosajón, como es el caso de Junot Díaz, vecino de Washington Heights que se puso al hombro la campaña para reabrir la librería cuando se les venció el contrato de alquiler. WordUp estuvo cerrada por un año, y lograron, gracias a una fuerte campaña de donaciones y difusión a través de internet, reabrir en un nuevo local en el mismo barrio, a escasos metros del local original.

De estas experiencias puede deducirse la fragilidad que presenta todo proyecto de librería en español en Nueva York en las condiciones actuales. La apuesta a este tipo de empresas puede parecer una quijotada, y en cierto modo lo es, a menos que se logren equilibrar muy bien las potencialidades del universo virtual con el mantenimiento de las librerías como espacio social, del encuentro cara a cara, que de otro modo es imposible. La alianza con colectivos e instituciones, así como la percepción de que las redes informáticas pueden servir de aliadas a la circulación del libro, han sido clave en las estrategias de supervivencia de las librerías en español más nuevas.

Con todo, creo que lo académico tiene un peso enorme en el tejido social de la literatura en lengua española en la ciudad. Tal vez mi perspectiva sea sesgada, pues yo he estado en Nueva York estos ocho años siempre ligado a la vida universitaria. Pero de un modo u otro, en todas las actividades literarias que se realizan en la ciudad suele haber una presencia importante de gente vinculada a la academia, ya sea de estudiantes o de docentes. Lo que por otro lado no me parece mal, ya que los ámbitos académicos de la ciudad son bastante heterogéneos. Y a su vez, en Nueva York la escritura literaria es objeto programas académicos, ejemplo de ello es el caso del programa de escritura creativa en español de NYU (único en nuestra lengua en EEUU) o el taller que por un tiempo abrió la mexicana Carmen Boullosa en City College hace unos años. Si bien existe una tradición “callejera”, sobre todo vinculada a los newyorricans de los años sesenta y setenta, fuertemente enlazados con el movimiento beatnik, creo que hoy la tónica es distinta. El colectivo “Poetas en Nueva York” que mencioné antes es, de los grupos activos actualmente, el que más recoge de esta tradición de rebeldía callejera que caracterizó otrora a los beatniks, lo que puede verse en sus intervenciones públicas: lecturas en la estación del metro, sus maratones que tienen el carácter de verdaderos happenings, o la experiencia de lectura colectiva que realizaron en el parque Zuccotti durante la ocupación de Wall St. en la que se apropiaron de la práctica del micrófono colectivo que caracterizó a las asambleas generales de la ocupación como elemento para la performance poética.

Enlace a «Gran manzana, gran apple, big apple. . .», del blog de Cristina Martínez Sacristán

Quién era Flores

Hace un tiempo me han vuelto a preguntar quién era Flores, el personaje histórico al que está dedicado el poema “Cadáveres” de Néstor Perlongher.  Como no lo he señalado en mi libro sobre su poesía, creo que es bueno hacerlo. El dato aparece en un artículo de Osvaldo Coggiola sobre la historia del trotskismo en Argentina, publicado originalmente en la revista del Centro de Estudios Históricos y Sociales sobre América Latina de la Universidad de París III en 1980 y recogido en el 89 por la revista británica Revolutionary History.1   Allí se consigna que Flores era un seudónimo temprano de Homero Cristali, mejor conocido más tarde con otro seudónimo, Posadas, fundador de la Internacional posadista, jugador de fútbol en Estudiantes de la Plata y teórico de la revolución permanente a nivel interplanetario.

“Flores” era el seudónimo que Cristali usaba en los años cuarenta, durante su período de militancia en Córdoba.  Durante esos años, la sección argentina de la cuarta internacional había sido creada de forma autónoma, y no tenía contacto con la Comisión latinoamericana de esa organización.  Los diferentes grupos trotskistas argentinos estaban aislados y dispersos en el país, y no habían participado de instancias a nivel internacional. Con el fin de unir los diversos grupos dispersos e integrarlos, en 1941 Terence Phelan (seudónimo de Sherry Mangan) llega a Argentina, como apunta Coggiola:

In Argentina Phelan also noted the weakness and fragmentation of the groups of Trotskyists. Displaying great energy, he travelled throughout the country and convinced the ‘regional’ groups of La Plata, Santa Fe, led by Narvaja, and Córdoba, where there were both Esteban Rey and ‘Flores’ (an early pseudonym of Posadas) – to join the unity process. Eventually, he succeeded in uniting them all in a Unity Committee in which, in August, he then proposed that the LOR participate.

“Cadáveres” fue escrito en 1981, el año de la muerte de Posadas en Roma.  La filiación trotskista de Perlongher dejó varias huellas en su poesía.  El caso más notorio es el poema “Lago Nahuel”, dedicado al histórico dirigente trotskista Nahuel Moreno del PRT.  Christian Ferrer y Osvaldo Baigorria consignan en la edición de Prosa plebeya que, del mismo modo  que “Cadáveres” fue dedicado a Posadas, “Lago Nahuel” fue escrito a raíz de la muerte de este dirigente trotskista:

Durante su militancia trotskysta Perlongher trató personalmente a Nahuel Moreno, dirigente histórico de esa corriente política en Argentina.  A propósito de su fallecimiento escribió este poema el 27 de enero de 1987, luego publicado en Hule.

El tema de las relaciones de Perlongher con los partidos de izquierda en los que militó (PO, PRT, más adelante el PT de Brasil, cuyo surgimiento analiza en el ensayo “Devenires minoritarios”) es complejo, dado que su periplo por las militancias izquierdistas no estuvo exento de desencuentros. Con todo, como ha señalado Flavio Rapisardi en un artículo con enfoque histórico sobre el movimiento homosexual en Argentina, si bien es cierto que la temática sexual podía resultar incómoda a ciertos cuadros dirigentes, en particular los vinculados al Partido Comunista, pero también a Montoneros (que, como cantaban, no eran “putos ni faloperos”; Perlongher dedica un espacio importante a la relación del FLHA con el peronismo en su “Historia del FLH”), era sin embargo la izquierda el único espacio político donde podía empezarse a plantear un debate sobre la opresión a la homosexualidad. Ello en el marco más general del funcionamiento de la opresión en el seno del capitalismo, del cual la homofobia sería una expresión coherente a la ética inherente al “espíritu del capitalismo”, como lo denominara Weber.

Frente de liberación nacional de Argentina. Marcha con pancarta que dice "Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad. Libertad para los presos políticos. FLH"

El costado político y militante de Perlongher ha venido siendo analizado, entre otros por Ben Bollig en un extenso estudio (el más comprensivo, a mi modo de ver, sobre su obra, que tuve oportunidad de reseñar) y más recientemente en un trabajo que presentaron Mario Castells y Carla Benisz a las I Jornadas de historia de la crítica en Argentina. Ambos señalan el distanciamiento paulatino de Perlongher del trostskismo. Ben Bollig es más específico, al calificar su deriva política como una asunción de posiciones crecientemente anarquistas. De todos modos, las huellas del la militancia trotskista de Perlongher son apreciables a lo largo de toda su obra, así como en algunas estrategias, entre la que llama la atención su particular interpretación del “entrismo”, que parece haber sido reciclado incluso en sus acercamientos antropológicos al miché paulista.

Recuerdo que una vez, cuando tuve oportunidad de exponer mi  investigación sobre Perlongher en NYU, se me hacía notar lo problemático de establecer una relación entre las posturas políticas de Perlongher y la izquierda dada la historia de conflictividad que ésta había tenido en el pasado con los movimientos por los derechos de las minorías sexuales, cuando no abierta homofobia (que por supuesto, no es patrimonio exclusivo de ningún sector político).  Creo que en primera instancia habría que preguntarse qué izquierda, cuál de todas, y también cuándo:  hoy por hoy, las izquierdas latinoamericanas han incorporado las reivindicaciones de estos movimientos a sus agendas políticas. Mi percepción es que, en el caso de Perlongher, como una suerte hijo pródigo del trotskismo, sus cuestionamientos políticos a los partidos de izquierda se hacen desde una verdadera oposición de izquierda, desde una radicalización revolucionaria a partir de lo sexual, que no está exenta de una tradición en el seno del pensamiento socialista ya en el siglo XIX, como lo prueban los debates sobre el amor libre entre los anarquistas de aquel tiempo.

1 Revolutionary History. Vol. 2 No. 2, verano de 1989. Nationalism, resistance and imperialist war: Trotskyism in Argentina and Scandinavia. Accesible en: http://marxists.org/history/etol/revhist/backissu.htm. Ver la segunda parte del artículo para la referencia.

Una reflexión sobre el tema educativo

En Sleep Dealer, una película de ciencia ficción del cineasta mexicano Álex Rivera, se presenta, bajo el sello inconfundible de la estética cyberpunk, un cercano futuro posible en el que la muralla que se está construyendo entre la frontera de México y Estados Unidos ya está terminada y el paso desde el sur al norte es imposible.  Eso da origen a un nuevo tipo de actividad económica, posibilitada por las nuevas tecnologías.  Una empresa llamada Cybracero Systems crea un modelo de negocio en el cual los trabajadores mexicanos se conectan a través de internet a unos robots que hacen el trabajo manual al otro lado de la frontera.  El nombre alude al Bracero Program de los años 40, cuando Estados Unidos habilitó el ingreso de trabajadores rurales mexicanos para suplir la falta de mano de obra, consecuencia del enrolamiento masivo en el ejército durante la segunda guerra munidal.   En el futuro cercano que describe la película, los coyotes pasan a ser “cycoyotes”, pues ya no hacen el trabajo de pasar obreros clandestinamente por la frontera, sino que ofrecen implantar los nodos que permiten entrar a trabajar en la nueva empresa en el cuerpo de los trabajadores.  La tecnología de Cybracero Systems se basa en una fuerte integración de lo digital y lo biológico, que conecta a los trabajadores con la “economía global”.

Recientemente, en una entrevista radial al sociólogo uruguayo Renato Opperti escuché una propuesta que me resultó siniestramente (en el sentido freudiano del término) similar al futuro descrito en esta película.  El sociólogo proponía (entre otras muchas cosas) “conectar en redes escuelas y liceos privados con escuelas y liceos públicos, para que se apoyen mutuamente”.  Puesto así parece ser un fin muy loable, y lo es, aunque oculta en su formulación el problema  de integración social que implica la brecha entre la educación pública y la privada.

Uruguay viene haciendo desde hace un tiempo una experiencia de integración en red de su enseñanza pública, que comenzó en la enseñanza primaria y se está extendiendo en la actualidad a la secundaria a través de la aplicación del programa OLPC, conocido localmente como Plan Ceibal.  En Nueva York hemos tenido la oportunidad de conocer el proyecto a través de la charla que ofreció el ingeniero Miguel Brechner en la New School en 2009, y a la teleconferencia brindada por la socióloga Ana Laura Martínez en el Graduate Center de la City University of New York, en 2010.

El esfuerzo de incorporación tecnológica tiene entre sus fines el objetivo explícito de una mayor integración social.  Justamente, entre los problemas que identifica el sociólogo en la educación uruguaya, está el de la integración, ventaja tradicional del sistema educativo uruguayo, cuya vocación universalista no logra abarcar las diversidades sociales que existen en la actualidad.  Afirma el sociólogo:

La igualdad de oportunidades se concibió básicamente como el acceso a un conjunto de servicios sociales básicos (por ejemplo en educación, salud y seguridad social) y de protección social del trabajador, igualando a las personas en sus puntos de partida.  Este concepto igualador, uno de cuyos ejemplos más destacados fue la red de más de 1.000 escuelas rurales ya forjada a mediados de la década de los cincuenta (CIDE, 1966), se ha ido ampliando y afinando para también abarcar progresivamente, aunque con bastante menor éxito, la igualación en las condiciones y en los procesos de prestación de los servicios sociales así como en los resultados obtenidos. El concepto de equidad fue sustituyendo al de justicia como criterio orientador en el diseño y en la evaluación de políticas y programas enfatizando el abordaje de las brechas en la adquisición de aprendizajes y de competencias (Cambiar las miradas y los movimientos en Educación: ventanas de oportunidades para el Uruguay, 29-30).

Al leer esto, uno se pregunta si no habrá que recobrar el antiguo concepto de justicia (social, agregaría yo) ya que la noción de equidad que orienta las nuevas políticas educativas no parece responder a los desafíos que pretende resolver.  Porque, a mi modo de ver, el término diversidad tal como se presenta en el documento esconde, de hecho, la injusticia social.

El mito de que la educación privada es mejor que la pública (que, no nos engañemos, es promovido por los negociantes de la enseñanza) tiene mucho que ver con la diversidad a que hace referencia Opperti:  a diferencia de esa educación integrada que describe la cita anterior, hoy nuestra educación experimenta una brecha profunda de corte eminentemente clasista.  Yo coincido con el diagnóstico de que esta falta de integración que la brecha entre lo público y lo privado tiende a generar incide en el deterioro del nivel educativo uruguayo.  Sin embargo, creo que, si bien la tecnología puede cumplir un rol en la integración social (así lo demuestra la experiencia del Plan Ceibal, a que hice referencia antes), el hecho simple de que los niños  o los jóvenes estén sentados unos junto a otros contribuiría mucho más a la integración social que una conexión inalámbrica.  Esa educación igualitaria del viejo Uruguay (¿por qué seremos nostálgicos de algo que no conocimos?) a que hace referencia Opertti, tenía aparentemente la virtud de crear la ilusión de que en los ámbitos educativos, las diferencias sociales se borraban.  Hoy, eso ya no existe.  Existe un sistema educativo público, al que se le reclama que forme para “el mercado de trabajo” (entiéndase:  para ser empleados), y una serie de instituciones privadas, que forman elites.  Ello está teniendo consecuencias negativas para la educación en su conjunto, aparentemente.

La solución propuesta, ¿no conlleva el riesgo de que la brecha social se exprese a través de una pantalla de laptop?  Si hoy los pobres son invisibles para un estudiante del British, por nombrar un colegio privado de carácter elitista, mañana los pobres serán aquellos avatares que aparecen en la pantalla.  Me viene a la mente otra película (esta entrada de blog me ha salido cinematográfica), la chilena Machuca, donde el director de un colegio privado, el Saint George’s College, hace una experiencia de integración social durante el gobierno de Allende, con la consiguiente protesta de los papás de los nenes “bien” cuando les llenan el cole de rotos.  En esa época no había internet, ¿pero era necesario para acercar unos gurises que vivían a unas cuadras unos de otros?  Chile tiene de hecho hoy mismo un problema tremendo de justicia en el acceso a la enseñanza, lo que está provocando la movilización de sus estudiantes y docentes.

Aclaración:  esto lo dice alguien que hizo toda su educación en el sector público Uruguayo, de primaria al IPA, hasta salir de Uruguay.  Le agradezco a la escuela y el liceo públicos, además de una excelente formación (que me dio herramientas invaluables cuando hice mis posgrados en Jerusalén y Nueva York), la vivencia de los problemas sociales reales de mi comunidad, algo que ninguna prueba estandarizada, que yo sepa, se dedica a evaluar.

Sound Side of the Word II @ KJCC

El próximo jueves estaremos presentando, con Ernesto y Sabrina, la performance «Sound Side of the Word».  Será en el King Juan Carlos Center de NYU, a las 7 de la tarde.  Como venimos haciendo ya algún tiempo, vamos a presentar una serie de performances multimedia, utilizando las tecnologías que el software libre proporciona.  Esperamos verlos, pueden encontrar toda la información en el programa del KJCC:

http://www.nyu.edu/kjc/newsletter/newsletter_03_28_11.html

 

Gwibber Daily PPA

Probar versiones nuevas de un programa en desarrollo puede dar algún dolor de cabeza, pero la versión más recientes de Gwibber para Ubuntu solucionó todos los problema que tenía con el programa de microblogging.   El programa permite enviar y recibir simultáneamente a muchos servicios, como Identi.ca, Twitter, Buzz, Facebook, etc.

Ya existe una versión 3.0 estable de Gwibber, pero no está aún compilada como paquete debian.  La versión del PPA en Launchpad en este momento es la 2.91, totalmente estable y sin problemas.  Hay que añadir esta línea:

ppa:gwibber-daily/ppa

a la lista de orígenes del software en Synaptic o en el Centro de software de Ubuntu.  La particularidad es que cada uno de los servicios viene como un paquete separado, por lo que hay que buscar en Synaptic los paquetes necesarios para los servicios que se desee usar.  Los disponibles en la actualidad son:

gwibber-service-buzz
gwibber-service-digg
gwibber-service-facebook
gwibber-service-flickr
gwibber-service-foursquare
gwibber-service-friendfeed
gwibber-service-identica
gwibber-service-pingfm
gwibber-service-qaiku
gwibber-service-statusnet
gwibber-service-twitter

Estos paquetes se ven en Synaptic una vez instalado este ppa, y el proyecto Gwibber siempre está añadiendo nuevos servicios y capacidades para hacernos oír.

Sound Side of the Word: performance poética en The Tank

El próximo 15 de diciembre voy a estar con mi compañera Sabrina y con Ernesto Estrella en The Tank, en Nueva York, haciendo la performance «La cachila blindada», y la performance «Common Medications in Psychiatry».  En estos trabajos uso programas desarrollados por la comunidad de Linuxaudio, como VocProc, SooperLooper, Jack y Ladish.  En una entrada anterior me referí a la creación de estudios con Ladish, que Sabrina también usó en la performance que hizo en The Issue Project.

«La cachila blindada» fue un poema que escribí en Israel en 2003, y tuve oportunidad de leerlo en Jerusalén, Montevideo y Nueva York.  Apareció publicado en el libro Aterrizaje de primeros semovientes (Montevideo: Artefato, 2007), y en la plaquette que publicó Pen Press en 2010.  Fue traducido al inglés por Micaela Kramer, de NYU, para una lectura en el Bowery Club.

Estos son los datos de la presentación:

Día y hora: 15 de diciembre de 2010, 9:30 p.m

The Tank
354 West 45th Street
New York, NY

$10. Comprar entradas acá -> http://is.gd/hulAv
Sitio web de The Tank: http://www.thetanknyc.org/

Descargar programa: [PDF]

Video:

La ciudad, París y El lugar. Sobre la “trilogía involuntaria” de Mario Levrero

Versión en español del prólogo aparecido en la traducción al hebreo de las novelas La ciudad, París y El lugar de Mario Levrero.  Jerusalén:  Carmel, 2010.  vii-x


Mario Levrero llamó a estos tres libros, La ciudad, París y El lugar, la “trilogía involuntaria”, puesto que eran textos que si bien habían sido concebidos y creados con independencia, su autor (que firmaba con un seudónimo) había descubierto en ellos una unidad temática. Esta es el espacio urbano como escenario del absurdo: el esbozo del espacio urbano en La ciudad, la primera novela de la trilogía involuntaria; el contacto fugaz con los aspectos más violentos y terroríficos de este espacio en El lugar, que es un peregrinaje desorientado hacia la ciudad; y en París la urbe se circunscribe al espacio de un edificio laberíntico. En estos espacios siempre se mueve un protagonista sin nombre, que lleva la trama en base a resolver el sinsentido con más sinsentido. Las tres novelas llevan la ficcionalidad al extremo, ya que el problema de las identidades juega a muchos niveles: el protagonista sin nombre es la creación de un autor que firma con un seudónimo sus obras. Estos juegos de desdoblamiento y pérdida de la identidad remiten a toda una historia de lo fantástico que pasa por Kafka (de los autores más frecuentemente citados en los epígrafes de Levrero), y por autores más cercanos localmente, como Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges o Felisberto Hernández.

Mario Levrero aparece en la literatura Uruguaya a fines de los sesenta, al mismo tiempo que lo hacían Cristina Peri Rossi, Eduardo Galeano, Roberto Echavarren, Circe Maia, Washington Benavidez, Hugo Achugar, Marosa di Giorgio. Levrero publicó sus primeros escritos en la revista uruguaya Los huevos del plata, que ostentaba un carácter irreverente respecto a los modelos culturales que prevalecían en el semanario Marcha, que ocupaba un lugar destacado como tribuna intelectual latinoamericana en los sesenta. Los huevos del plata se distanciaba de la línea editorial de aquel medio, utilizando estrategias políticas que pasaban por la adopción del humor y la parodia como mecanismos de resistencia cultural, con una estética muy similar al movimiento brasileño Tropicalia, que ejerció una gran influencia en la cultura uruguaya por esa época. En esta revista, Levrero todavía firmaba sus escritos con el nombre de Jorge Varlotta.

Con el golpe de estado de 1973, y el consiguiente acoso a toda manifestación cultural, Mario Levrero comienza a publicar principalmente en Buenos Aires, donde vivió algunos años. Dos de las novelas de la trilogía involuntaria, El lugar y París, vieron su primera edición en esa ciudad. El lugar fue publicada por primera vez en la revista El péndulo, que se editaba a comienzos de los 80 en Argentina. Esta revista se presentaba como una publicación orientada a la literatura de ciencia ficción y a la historieta. La aparente neutralidad política de este género sirvió como salvaguarda provisoria a muchos escritores que pudieron publicar en medios como éstos (Levrero también solía publicar relatos breves en la llamada Revista de ciencia ficción y fantasía) textos sobre temáticas diversas. De todos modos, la censura cumplía su papel, y la novela El lugar tuvo que salir con las escenas de tortura que aparecían en el original suprimidas.  No fue sino hasta la edición uruguaya de 1991 que la novela salió completa.

El hecho de que Levrero publicara en estos medios llevó a que se lo agrupara dentro de la categoría de los escritores de ciencia ficción, malentendido que lo acompañó durante mucho tiempo. Levrero circuló por un mundo de publicaciones relativamente precarias, lo que hizo difícil su acceso para muchos de sus lectores en aquellos años. La violencia de algunos de sus escritos no estaba alejada del imaginario cyberpunk que exhibían algunas publicaciones, como las ya mencionadas, a las que agregaría la revista Fierro, completamente dedicada a la historieta. El tema de la violencia en estas publicaciones estaba ligado a la fantasía de sociedades totalitarias post-apocalípticas, gobernadas muchas veces por seres monstruosos. Puede decirse que de un modo obvio esta obsesión con la violencia autoritaria tenía que ver con las dictaduras que se vivían en aquella época en el Cono Sur, pero la aparición de esta violencia no se deja entender como un mecanicismo que determine que esas formas de arte hayan sido la necesaria respuesta a la coyuntura política. Levrero siempre lo negó, y si bien reconocía que el autoritarismo afectaba su escritura (en la entrevista que le hizo Sabela de Tezanos para Nuevo texto crítico él reconoció que había tenido miedo de que los militares revisaran sus manuscritos, lo que lo llevó a tomar precauciones) sostuvo que su intención era crear un espacio fractal, y que la vinculación de sus referentes ficticios  con la realidad podía generar la incomprensión de sus obras.  Sobre este punto, el critico Juan Carlos Mondragón afirma que en Levrero la imaginación no actúa como mecanismo de evasión, sino como desafío a los mecanismos de percepción de la realidad. Lo estético era para el novelista uruguayo una forma de percepción más acorde al carácter mutable de lo real.

El espacio urbano de las tres novelas no es unitario: hay una peregrinación que parece unirlas. Es el viaje en tren que cierra La ciudad; un pasaje por una serie de habitaciones que parecen dispuestas como una sucesión de vagones en El lugar, y finalmente, el arribo a la estación que abre París, la última novela de la serie. No hay que presuponer sin embargo una unidad espacial o del protagonista en los tres relatos. Levrero suele colocar falsas pistas, que pueden desorientar al lector más precavido.