Este texto fue remitido a los estudiantes de la New York University, que me invitaron a exponer sobre mi vinculación al tema de lo común, al que le dedican este año su congreso anual de estudiantes graduados.
Mi acercamiento al tema del bien común viene de diversos ámbitos. En primer lugar, de mi militancia en defensa de la educación pública en el movimiento estudiantil uruguayo que llevó adelante una serie de ocupaciones de centros educativos en los años 1996 y 1997. En años más recientes, este compromiso se expresó en mi involucramiento en el grupo de promoción de políticas de acceso abierto a la producción académica que se formó en el Graduate Center de CUNY. A partir de allí contribuí a promover en la universidad pública de la ciudad de Nueva York el uso de software libre para la publicación académica. Algunos ejemplos son el uso de Open Journal Systems (plataforma de publicación de la revista LLJournal, que se publica desde el año 2006) y CUNY Academic Commons, un desarrollo comunitario basado en BuddyPress. Asimismo, desde este grupo, y posteriormente como miembro del comité encargado de la supervisión de la biblioteca de la universidad, apoyé la adopción de políticas institucionales de promoción del libre acceso al conocimiento y de modelos de licenciamiento de la producción académica que aseguraran la libre difusión del saber, tales como licencias GPL o Creative Commons.
Para mí es necesario que los investigadores adoptemos medidas contra las prácticas monopólicas de las grandes editoriales que lucran con el saber que producimos. El costo del acceso al conocimiento eventualmente se traduce en un aumento del endeudamiento educativo, en un sistema donde el saber está fuertemente privatizado. La defensa del conocimiento como bien común está, en mi caso, enraizada en la historia de la enseñanza pública latinoamericana de la que me siento parte, y en la convicción de que las nuevas posibilidades de intercambio de información que abre el software libre permiten superar, si nos animamos a hacerlo, las barreras que las formas de intercambio capitalistas que gobiernan la distribución del saber nos imponen.
Mi interés en el software libre tiene un origen en realidad bastante casual. Mi frustración creciente con los sistemas operativos propietarios me llevó hacia 2005 a adoptar Linux en mi vida cotidiana. Como es sabido, la rica variedad de distribuciones de Linux constituye un buen ejemplo de bien común: un gigantesco repositorio de código accesible gratuitamente que cada usuario puede copiar, modificar y contribuir a mejorar, una vez que se interioriza de las modalidades de funcionamiento de la comunidad de usuarios y desarrolladores. Entiendo que el modo de funcionamiento de esta comunidad puede servir como modelo de referencia tanto para la creación e intercambio de saberes científicos (de allí la aparición del concepto de “Ciencia abierta”) como para la organización de movimientos políticos de carácter abierto y horizontal, como lo planteó en su momento el grupo de trabajo de TechOps en Occupy Wall Street.
Mi interés por las posibilidades que el software libre ofrece no se limita únicamente a su uso académico, cada vez más extendido, o a sus potencialidades políticas. En mi actividad artística aprovecho los programas disponibles en los repositorios de Linux para el procesamiento de audio, como habrán podido apreciar los que hayan tenido oportunidad de ver mi trabajo como performer que la New York University me invitó a presentar en el año 2011. La opción para mí es tanto técnica como ética. A mi modo de ver, el uso de software propietario limita la creación artística, en la medida en que pone al creador a merced de los caprichos de las compañías que comercializan los programas, y que ven en el artista a un cliente.
Las experiencias a las que vengo haciendo referencia me resultaron útiles cuando me involucré en la organización de Occupy Wall Street en el año 2011. Allí mi participación se centró en servir como enlace entre el grupo de trabajo OWS en español y TechOps, de modo de asegurar la presencia de la comunidad hispana que estaba participando del movimiento. En ese contexto, la labor de TechOps me resultó de mucho interés puesto que el grupo se proponía proporcionar al movimiento una serie de herramientas e infraestructuras informáticas que tienen un carácter autónomo respecto a las mediaciones que ejercen las grandes compañías de comunicación privadas en la red.
De Occupy Wall Street surgieron algunos proyectos en los que me involucré, como el periódico IndigNación, la Free University, y el foro Making Worlds, del que soy uno de los organizadores y también responsable de su sitio web. En este foro nos ocupamos de reunir diversas organizaciones que trabajan en torno al tema de los bienes comunes. Allí se nuclean algunos de los grupos de trabajo que quedaron activos desde el desalojo de OWS e intercambian información y metodologías con otras organizaciones comunitarias. La idea inicial era crear un grupo que nucleara a gente que hubiera estado participando en diversos proyectos de Occupy Wall Street, con el fin de generar un intercambio y darle continuidad al movimiento.
En el primer foro yo estuve encargado de coordinar el taller sobre arte, cultura y educación. En ese taller participaron miembros de Occupy Museums, Arts and Culture Working Group, Strike Debt y The People’s Library. En mi exposición “From Copyright to Copyleft” yo planteé la discusión de cómo los modelos de licencias abiertas podían contribuir a un intercambio más horizontal y sostenible del conocimiento y la cultura. En el segundo foro que realizamos este año, que tuvo una estructura más abierta, yo moderé el debate sobre el cuidado mutuo.